Joint Statement of the Catholic Hierarchy of the Philippines on the Book “The Pride of the Malay Race”

 

CARTA PASTORAL DE LA JERARQUIA ECLESIASTICA DE FILIPINAS SOBRE LA LECTURA

DE UN LIBRO PROHIBIDO

A los M. RR. Curas Parrocos, Encargados de Parroquias, Rectores de Iglesias;

A los M. RR. Rectores de Universidades, Colegios y Escuelas Catolicas;

A los Fieles Todos de Nuestras Respectivas Jurisdicciones:

Muy amados hijos en el Señor:

Nuestro Señor Jesucristo, al derramar su sangre divina sobre la Cruz, dio cumplimiento a la palabra que de antemano habia dado a sus Apostoles: “Cuando yo sere levantado en alto de la tierra, todo lo traere a mi”. (Jo. XII, 32) Fue aquel el momento en que el principe de este mundo fue echado fuera, para que, disipadas las tinieblas que envolvian a la humanidad, se moviesen los hombres con la libertad que infunde la virtud de la Verdad y el atractivo inefable del amor. Al reinado del principe de las tinieblas sucedia el reinado de Jesucristo, y a la sociedad de los oprimidos bajo la esclavitud del pecado y de la muerte, sucedia la sociedad de los redimidos bajo la esclavitud del pecado y de la muerte, sucedia la sociedad de los redimidos por la sangre del divino Redentor.

Ese reino, que traspasa todas las fronteras del tiempo y del espacio, porque es el reino de la verdad y de la justicia, el reino de Jesucristo en las almas, sedientas de luz y de felicidad infinitas, que tiene sus raices en la tierra y que da sus frutos maduros en la eternidad; ese reino, a traves de su larga carrera de triunfos sobre las almas, tropieza siempre con los obstaculos de un saduceismo cruel que teme verse turbado en el goce de su bienestar y sus riquezas, de un fariseismo orgulloso que no se resigna a abdicar de su magisterio, al parecer incontestable, de un sensualismo grosero que ignora por completo los goces y satisfacciones del espiritu. Es la luz que brilla en medio de las tinieblas, de las cuales dice el evangelista San Juan, que “las tinieblas no lograron ofuscarla”. (Jo. I, 5.)

Pero tenemos el testimonio del mismo Jesucristo, que garantiza mas claramente el triunfo de la luz. En el capitulo XVI de San Mateo dio un nombre a ese reino divino y lo llamo “su Iglesia” a la cual aseguro el triunfo final por estas palabras: “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevaleceran contra ella.” Esa Iglesia, que ve crecer en su seno la cizaña mezclada con el trigo, y los peces venenosos mezclados con los saludables, ha recibido el poder de discernir los elementos perniciosos y el acierto para preservar al elemento sano de la corrupcion y del contagio. Porque el mismo Jesucristo, que dio a Pedro la solidez del fundamento inconmovible, le dio tambien la plenitud de poderes para enseñar, para juzgar, para condenar y para absolver. “Te dare las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares sobre la tierra sera tambien atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra sera tambien desatado en los cielos.” Es el mayordomo fiel que tiene en sus manos todas las llaves del edificio de la Iglesia.

Jesucristo dio esta potestad al Principe de los Apostoles, porque en su sabiduria infinita habia determinado poner en sus manos y en las de sus sucesores la continuacion de su obra redentora. “Id, les dijo a Pedro y a los demas apostoles, en el dia de la Ascension, id y enseñad a todas las gentes”; y respondiendo a esta mision, los apostoles “fueron por todas partes, enseñando y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban.” (Mac. XVI – 15-20)

Aquella autoridad y aquella mision encomendada por Jesucristo a Pedro y a los demas Apostoles, se perpetua en el sucesor de Pedro, que es el Romano Pontifice, y en los Obispos, que reciben directamente del Romano Pontifice, la plenitud de la potestad espiritual, y que, como los apostoles, han sido puestos por el Espiritu Santo para regir la Iglesia de Dios. Esta autoridad no es solamente una prerogativa y un honor: es ante todo un mandato que lleva consigo una responsabilidad gravisima, como lo expresaba ya el apostol S. Pablo hablando a los presbiteros de Mileto: “Mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espiritu Santo os ha instituido Obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual El gano con su sangre” (act. XX, 28).

Quisieramos, amados hijos, detener vuestra atencion en estas autorizadas palabras del Apostol, para mostraros el fundamento en que estriba el celo con que siempre y en todas ocasiones procuramos vuestro bien espiritual y, en la medida de nuestras fuerzas, vuestro bienestar material y temporal; pero ese mismo celo nos mueve a ponderar mas bien las palabras que, como un grito de alarma, dirige a continuacion a los Obispos de Mileto: “Yo se que despues de mi partida os han de asaltar lobos rapaces que destrocen el rebaño. Y de vosotros mismos se levantaran hombres, que hablan cosas perniciosas para ganar discipulos tras si” (Act. XX, 29-30) y en aquellas otras con que estimulaba la vigilancia de su discipulo Timoteo, a la sazon obispo de Efeso: “Vendra tiempo cuando los hombres no podran sufrir la sana doctrina… y apartaran de la verdad los oidos y los aplicaran a las fabulas” (II Tim. IV, 3-4). Habia aprendido el Apostol en sus luchas contra los adversarios de la Iglesia, que la tactica de estos para hacer proselitos entre los fieles de Jesucristo, consistia en comenzar por decir cosas perniciosas contra la autoridad para llevarla al desprestigio, despues de lo cual, les era facil apartalos de la verdad y conducirlos a los errores y falsedades venenosas de sus doctrinas.

No es verdad que en nuestros tiempos somos tambien testigos, y aun parte interesada de contiendas semejantes a las que denunciaba el Apostol? En nuestros dias se estan multiplicando los esfuerzos por descarriar las inteligencias de los fieles, particularmente de la juventud, obligandolos a imbuirse en el estudio de lecturas que la autoridad eclesiastica no ha dudado en calificar de perniciosas. Nos referimos al esfuerzo que se esta poniendo por introducir en las escuelas de segunda enseñanza como lectura de referencia el libro titulado “Pride of the Malay Race”; un libro “tendenciosamente despectivo a las instituciones de la Iglesia Catolica, y pernicioso a la salud espiritual de los fieles.” Pues bien, al veredicto pronunciado por la Autoridad Eclesiastica, se ha respondido, con impropias aseveraciones encaminadas a menguar en lo posible el derecho que asiste a dicha Autoridad a intervenir en asuntos que se dice no ser de su incumbencia. Se ha dicho que tal fallo, que para los Catolicos debiera ser inapelable, es un atentado contra los derechos del Estado, es ofensivo a la libertad de los individuos y una remora a los progresos de la cultura y de la ciencia. Y no es esto lo mas lamentable; sino que muchos catolicos, fascinados por la luz opaca del sofisma y del error, no dudan en apartarse de la sana doctrina y, como dice el Apostol, “teniendo comezon de oir, se acumulan maestros conforme a sus concupiscencias” (II Tim. IV 3).

El Por Que Nuestra Intervencion

En medio de la confusion que se ha querido sembrar, a proposito del tema que nos ocupa, nos damos cuenta del peligro de perecer en que se encuentran las almas de los fieles, y consideramos una obligacion nuestra, como representantes de la Iglesia de Jesucristo, que es columna y firmamento de la verdad, alzar nuestra voz de Pastores de las almas, cuya suerte espiritual y eterna nos ha sido confiada. Como al profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento, el Señor nos dice a los Pastores de su Iglesia: “YO te he puesto por atalaya a la casa de Israel. Oiras, pues, la palabra de mi boca, y amonestarlos has de mi parte. Cuando el justo se apatare de su justicia, e hiciere maldad, el morira porque tu no le amonestaste, mas su sangre demandare de tu mano. Y si al justo amonestares para que el justo no peque, y no pecare, de cierto vivira, porque fueamonestado; y tu habras librado tu alma.” Es,pues, la fidelidad a nuestro deber sagrado, y aun mas la caridad de Jesucristo, la que nos urge y estimula a poner ante vosotros el camino de la Verdad.

Ningun Atentado Contra los Derechos del Estado

Y no se diga que el cumplimiento de nuestros deberes implica atentado alguno contra los derechos del Estado. Como sucesores de los Apostoles, a quienes el divino Salvador envio a predicar y enseñar a todas las gentes “todo cuanto El les mando” (Mt. XXVIII, 20), los Obispos de Filipinas no podemos ignorar que uno de los preceptos de Jesucristo, que forma parte muy principal entre las enseñanzas de la Iglesia, es el de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios: que este principio establece la distincion entre dos potestades, suprema cada cual en el orden que le corresponde, y que fija las relaciones que deben existir entre ambas potestades para el bien y prosperidad de la sociedad cristiana. Ahora bien, escribe el Sumo Pontifice Leon XIII, “Nada mas ajeno a la Iglesia de Jesucristo, que siempre y en todo se guia por el espiritu de la caridad, que la oposicion a la potestad politica, con la cual mas bien se esfuerza por trabajar aunando sus fuerzas para la consecucion del bien comun.” (Annum ingressi sumus, 19 de Marzo de 1902).

Pero no ignoramos tampoco que los intereses espirituales, que trata de promover la Iglesia, obtienen la primacia sobre los intereses materiales y temporales que tutela y promueve el Estado. Lo cual no quiere decir que exista conflicto y oposicion entre el bien temporal honesto que promueve el Estado y el bien espiritual que promueve la Iglesia. Ambos tienen su origen en la fuente de la Bondad infinita, que es Dios, de la cual nos es dado participar en este mundo y en el otro. La diferencia esta en el camino diverso que ambas potestades señalan para conseguirlos: la Iglesia señala el camino de la Ley Divina, mientras que la Potestad Civil señala el de la ley civil y positiva. Ambas tienen tambien su principio en la Ley eterna, y por eso ambas conducen o deben conducir al mismo termino que es el bien comun. Solo en el caso en que la ley humana se presente, no como expresion de la ley natural, que es la misma ley eterna impresa en la razon humana, sino como expresion del capricho o de la voluntad de los hombres, puede haber conflicto entre el bien que persigue el Estado y el bien que propugna y trata de conseguir la Iglesia; y en este caso la eleccion no es dificil de hacer: entre lo que manda la Ley Divina y lo que exige la ley puramente humana, “es menester obedecer a Dios antes que a los hombres” (Act. V. 29).

Los Derechos de la Libertad

Es cierto que en una democracia como la nuestra, la libertad tiene sus derechos inalienables e intangibles. Digamos sin embargo, que este don inapreciable, que confiere al hombre el dominio de su actividad y de si mismo, no es un atributo que haya recibido de la democracia, sino que es el resultado natural e innato de su naturaleza racional. Don inestimable y terrible, la libertad puede conducir al hombre, cuando va dirigida por la luz de la razon, a la consecucion del bien moral, y por ende, del sumo bien para el que ha sido criado. Pero puede tambien arrastrarle al mal, a la perturbacion del bien comun y la condenacion eterna. Por eso hay que distinguir entre la libertad natural, que es propia de todos y de solos los seres racionales, y la libertad moral , que esta encauzada por la ley y por la conciencia, y tiene su principal apoyo y refuerzo en la gracia. La libertad moral no consiste en la facultad y el derecho de escoger entre el bien y el mal, sino en la facultad de escoger entre varios bienes el mejor, y mas a proposito para llegar a la consecucion del bien supremo en que consiste el fin del hombre.

Por aqui se comprendera cual es nuestra posicion frente a la libertad. Si por libertad se entiende la facultad y el derecho de hacer lo que a cada uno le parezca, prescindiendo de toda la ley y de todo freno frente a los atractivos del vicio y del desorden, entonces no podemos menos de reprobarla, como la reprueba la Iglesia; pero si por libertad se entiende la potestad sin limites de obrar en conformidad con las normas de la Ley Eterna y de la ley natural, que es su expresion creada en la razon del hombre, entonces ese don inapreciable hallara siempre en nosotros sus mas firmes y decididos defensores.

Libertad de Enseñanza y Peligros para la Juventud

En nuestros dias se propugna el derecho de saberlo todo, de conocerlo todo: nada debe oponerse, conforme a un sentir bastante general, a los derechos y a la autonomia de la razon y de la inteligencia. No se dan cuenta, sin embargo, los que tal pretenden, de que, como enseña el Papa Leon XIII, “es un absurdo el pensar que el derecho, que es una facultad moral otorgada al hombre por la naturaleza misma, haya de extenderse de igual manera a la verdad y a la mentira, a la honestidad y al vicio””. (Enc. Libertas.)

La inteligencia humana esta ordenada a la verdad como a su fin y perfeccion, y por lo tanto, todo cuanto sea opuesto a la verdad debe desterrarse como contrario a la inclinacion natural que el hombre siente hacia su perfeccion y desarrollo. Y si esto es cierto cuando se habla en general, lo es mucho mas cuando se trata de jovenes, los cuales, siendo incapaces de juzgar por si mismos, facilmente se dejan guiar y convencer por la autoridad del maestro. De ahi la responsabilidad tremenda que contraen los maestros que tratan de imbuir los animos de los niños o de los jovenes con ideas perniciosas, o de poner en sus manos lecturas donde se oculten la inmoralidad o el error. Para esos jovenes lo que diga el libro sera la verdad, y lo que los maestros ordenen sera la mejor norma de conducta. Sobre la conciencia de tales maestros y de los autores de tales libros ha de pesar siempre la conducta y los destinos ulteriores de los discipulos; y ese peso abrumador es lo que el divino Salvador quiso dar a entender cuando dijo a sus discipulos: “Cualquiera que escandalizare a alguno de estos mis pequeños, que creen en mi, mejor le fuera que le colgasen del cuello una piedra de molino, y asi fuese sumergido en el profundo del mar.” (Mt. XVIII, 6).

Conclusion

En una nacion catolica como nuestra amada Filipinas se pretende proponer como dechado e ideal de la juventud y de todos los habitantes del Archipielago al heroe nacional indiscutible, Jose Rizal, uno de cuyos timbres de gloria, para un sector reducido de la sociedad, es el haber sido, y haber muerto mason; es decir, miembro de una secta expresamente condenada por la Iglesia. A este fin se quiere poner a disposicion, en manos de la juventud que frecuenta los centros de segunda enseñanza la biografia del heroe, titulada “Pride of the Malay Race”.

La historia ha demostrado, sin embargo, que, si bien es verdad que nuestro heroe camino algun tiempo por las sendas del error, tuvo al fin la valentia, inspirada y apoyada por la gracia, de entrar en el camino de la verdad, que es la que realmente dignifica al hombre. Su vuelta a la luz, lejos de desacreditarle, lejos de disminuir sus meritos, no hizo mas que agigantarlos en la estimacion de las almas sensatas, para las cuales no significa vileza, sino valor y grandeza de animo, la resolucion generosa de reintegrarse a la senda perdida de la verdad y el bien.

No obstante, la verdad de la retractacion de Rizal se niega en ese libro, no por acrecentar la grandeza del heroe, sino a lo que parece, porque no sufra menoscabo el prestigio de la secta. Para justificar esa negacion no se ha dudado en tachar de falsos los testimonios de personas honradas, que se limitaron un dia a narrar sencillamente la verdad de los hechos; se ha lanzado contra la misma autoridad eclesiastica la acusacion de haber forjado un documento que no ha existido; se ha tratado, en una palabra, de esparcir el descredito de la autoridad para lograr mas facilmente el intento buscado y perseguido.

Este descredito de las autoridades de la Iglesia, junto con el afan de poner como ideal de los catolicos a un campeon de la masoneria, es lo que, a primera vista se descubre en la insistencia por introducir en las escuelas el libro que nos ocupa; y por eso, cumpliendo con nuestro deber de vigilar por el bien espiritual de los fieles, prohibimos la lectura y la retencion del referido libro, tanto de su original en castellano como de su traduccion al ingles, a todos los fieles de nuestras respectivas jurisdicciones, bajo pecado grave (a menos que excuse la ignorancia o la licencia o la parvidad de materia) y bajo sanciones canonicas en caso de contumacia.

De todo corazon os bendecimos en el Señor.

En Manila con ocasion de nuestras juntas anuales, a 24 de Enero de 1950.

(Fdo.)GABRIEL M. REYES

Arzobispo de Manila

(Fdo.)JULIO R. ROSALES

Obispo de Tagbilaran

Arz. Elect. de Cebu

(Fdo.)ALFREDO VERZOSA

Obispo de Lipa

(Fdo.)SANTIAGO SANCHO

Obispo de Nueva Segovia

(Fdo.)CONSTANCIO JURGENS

Obispo de Tuguegarao

(Fdo.)LUIS DEL ROSARIO, SJ

Obispo de Zamboanga

(Fdo.)JAMES T.G. HAYES, SJ

Obispo de Cagayan

(Fdo.)CASIMIRO M. LLADOC

Obispo de Bacolod

(Fdo.)MIGUEL ACEBEDO

Obispo de Calbayog

(Fdo.)MANUEL M. MASCARINAS

Obispo de Palo

(Fdo.)MARIANO MADRIAGA

Obispo de Lingayen

(Fdo.)PEDRO P. SANTOS

Obispo de Nueva Caceres

(Fdo.)JOHN C. VRAKKING, MSC

Obispo de Surigao

MSC(Fdo.)JOSE MA. CUENCO

Obispo de Jaro

(Fdo.)CESAR MA. GUERRERO

Obispo de San Fernando

(Fdo.)WILLIAM BRASSEUR

Vic. Apost. de Prov. Mont.

(Fdo.)RUFINO J. SANTOS

Obispo Aux. de Manila

ALFREDO OBVIAR

Obispo Aux. de Lipa

(Fdo.)ALEJANDRO OLALIA

Obispo Aux. de Tuguegarao

(Fdo.)JUAN C. SISON

Obispo Aux. de N. Segovia

(Fdo.)LEANDRO N. BOLANDIEZ

Pref. Apost. de Palawan

AR(Fdo.)HENRY EDERLE, SVD

Pref. Apost. de Mindoro